Artículo del día 3/07: Octava corrida de la Feria de Burgos
Burgos, 2 de julio de 2.000. Plaza del Plantío. Media entrada.
Cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno de Luis Algarra, el segundo. Todos terciados y cómodos; algunos con los pitones astillados.
Antonio Chenel, "Antoñete", oreja, vuelta al ruedo clamorosa tras petición mayoritaria de oreja no concedida; Curro Romero, pitos, bronca; David Luguillano, oreja, ovación.
La corrida que empezó con un público en expectante silencio para ver el cartelón de artistas que presentaba el nuevo empresario de este año en esta plaza, José Felix González, profesional serio que crea impronta en las plazas gestionadas por él. Estos aficionados terminaron abroncando a una presidencia poco hecha y menos conocedora del reglamento taurino. Don Cayo, que era el nombre del presidente, fue un verdadero callo en el palco.
¡ Que bonito todo lo realizado por Chenel! Hasta el abandono de la plaza, invitando a Curro Romero a que salieran juntos. Dio distancia a los toros, no dejó que los banderilleros se pasaran en capotazos innecesarios, los adornos... todo: todo una delicia. Es un torerazo artista del que no tenemos repuesto, es de otra galaxia taurina.
Hay que recuperar a Antoñete como profesor- director de una nueva escuela taurina en la plaza de Las Ventas, su casa.
Antoñete: al flojo primero al que se le dio un leve picotazo, fue un toro con mucha bondad y calidad en la envestida. Lo recibe con bonitos lances de capa rematados con una buena media verónica. Con la muleta por la mano izquierda luce gran torería: con el medio pecho por delante. Muy interesante con las dos manos. Toreo distinto al del uso común. Pinchazo sin soltar y estocada arriba. Fue premiado con una oreja.
En su segundo, lo recoge por verónicas toreando hacia el centro del ruedo y remata con una media de la firma. Al toro se le dan tres puyazos y, cuando parecía que se iba a quedar sin toro, se vino arriba en banderillas, quedando algo violento. Cumplió bien esta res en la muleta que pidió el carnet de identidad a su matador y este le respondió con su oficio: demostrándole que es torero de los de antes, de antes de la guerra civil. La vida es historia y Antoñete la está llenando de arte del bueno. Le aguantó la boyantía del animal rematando con adornos muy toreros. Al verse el toro podido, cambió su son y quiso irse a tablas pero el matador no se lo permitió. Más de media estocada en su sitio y rodó sin puntilla.
Fue una faena más cerca de las dos orejas que de una, pero D. Cayo no concede el apéndice, aún a plaza llena de pañuelos (y quienes no sacaron su pañuelo blanco la pedían a gritos). Gran bronca al Presidente por la indecisión de premiar una petición mayoritaria.
Curro Romero, con ganas, presencia física envidiable y sin suerte con los toros. El primero le hace amago de venirse al pecho, se para y el maestro no lo vuelve a intentar. Con la muleta le espera mucho. Le toca las orejas y a matar. Media caída y atravesada, y dos descabellos.
Se va con decisión a por su segundo, logra una serie larga con el capote algo enganchada, intenta la media de remate pero por la brusquedad del toro no logra lucirla. Quiere que en banderillas soben al toro con el capote porque no lo ve claro. El toro espera mucho, se para, no pasa y disgusto de Curro. Ha tenido dos toros no aptos para el lucimiento.
David Luguillano, esta en un buen momento y hay que verle más tardes, siguiendo en esta linea se consolidará como un gran torero artista. En su primero, de salida se queda desarmado enganchando la capa una astilla del pitón. Se le pica muy poco. Brinda a sus dos compañeros de cartel. Este torero que va siempre excelentemente vestido, nos interpreta todo su repertorio de toreo sentido, dejándole distancia al toro, cambios de mano, serie de naturales y el de pecho, ayudados por alto de muy buen gusto. Estocada en toda la cruz, y merecida oreja.
El sexto, toro para devolver pero el usía no lo entendió así, cambia el tercio, incluso en banderillas con tan solo tres colocadas. Va rápido, rápido para olvidarse de los corrales. El torero está aseado y voluntarioso con un toro muy blando, en algunos momentos se olvida de que está toreando a un inválido y, al rematar abajo, el animal pierde las manos.
Sr. Cayo mi discutido voto es que usted no está para un palco: "no está para presidir ni la plaza portátil de mi pueblo".
J.M. Cubero