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El día que murió Manolete. |
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Artículo del día 20/09: El día que murio Manolete
Numerosas personalidades españolas y de otras nacionalidades han demostrado su cercanía a la fiesta de los toros a través de sus obras (narrativa, poesía, música,...)
o simplemente como aficionados que asisten a las corridas de toros y participan en públicas tertulias.
Pues bien, tengo la oportunidad de aportar un comentario autobiográfico del profesor D. Ramón Tamames, sobre la tarde de un día que le dejó "huella" : El día que murió Manolete.
Por Ramón Tamames.
La tarde que se difundió por toda España la noticia de la cogida de Manuel Rodríguez Sánchez " Manolete" en Linares, por el más legendario de los toros de Miura, Islero, el 28 de agosto de 1947, yo estaba en el área deportiva del Canal de Isabel II, en la calle de Bravo Murillo, no lejos de los grandes depósitos que surten a Madrid del excelente agua proveniente del serrano río Lozoya.
Disponíamos allí de una piscina de 40 metros de largo, varios campos de tenis, y otros espacios muy estimables, que mis hermanos, y yo frecuentábamos en los largos estíos de la autárquica década de 1940 - también la de la pertinaz sequía - cuando por falta de gasolina y penurias de la RENFE, era tan difícil viajar. A mis catorce años, aún no había visto el mar, ni tan siquiera había salido de la provincia de Madrid.
Los meses de aquel verano del 47 los dedicaba sobre todo a la natación, braza, y mariposa, pues Enrique Granados - hijo del gran músico catalán del mismo nombre, autor de las Goyescas - me había dicho, como entrenador que era: si te esfuerzas lo suficiente, podrás formar parte del equipo nacional en los juegos Olímpicos de Helsinki de 1952. Dale que te pego, me pasaba el día haciendo largos, hasta que terminé percatándome de que sería mejor sustituir tan arduos y tediosos ejercicios natatorios por la lectura y otros menesteres.
Normalmente, en las tardes de nuestro enclave estival casi paradisíaco, escuchábamos música a través de la megafonía, y tan moderno medio de difusión se
utilizaba ocasionalmente para transmitir algún aviso a la concurrencia: esta o aquella noticia, de más o menos alcance. Y así es como sucedió todo, según el recuerdo que permanece imborrable en la memoria: el encargado megafónico, que debía estar pendiente de Radio Nacional, cortó la melodía en curso de transmisión, y con voz solemne, casi funeraria, comunicó al personal: En Linares, Jaén, un toro de Miura ha cogido a Manuel Rodríguez Sánchez, Manolete. La herida en la pierna parece muy grave, y ahora mismo se le está practicando al diestro una operación quirúrgica en la enfermería de la plaza. Seguiremos informando.
La gente se quedó paralizada, conmocionada, estremecida, se mascaba el silencio. E instantes después, siguió una explosión de murmullos, lamentos y comentarios de todas clases desde los grupos que apresuradamente se formaron en el deportivo recinto.
A las mentes juveniles de aquellos tiempos, elementales en tantos aspectos, nos parecía imposible que a un lidiador de tan alto rango fuera a llegarle la muerte en el propio coso, ... Manolete el espada ultrapopular de las Españas, también parecía haber revelado, al final, su punto débil, el muslo y la safena que el toro empitonó con grandes destrozos, pasadas las cinco de la tarde del célebre Llanto de Federico García Lorca por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías.
En mi casa de General Goded,6 - hoy nuevamente General Arrando por obra y gracia de haberse recuperado la toponimía tradicional-, yo oía hablar bastante lo que pasaba en los ruedos ibéricos. Mi abuelo Clemente, maestro nacional ya jubilado, tenía gran afición, ratificada año a año con su abono a la feria de Las Ventas a cuyas corridas acudía con gran antelación para ver regar la plaza.
En el caso de mi padre, médico/cirujano, su entrada en el planeta de los toros la hizo de la mano del Doctor Jaime Merchán, compañero suyo, y paisano de la estirpe tauromáquica de los Dominguin, de Quismondo. Así fue como el gran adversario de Manolete en las plazas, Luis Miguel, se hizo asiduo paciente y gran amigo del autor de mis días.
Precisamente Luis Miguel por su confianza en el Doctor Manuel Tamames como cirujano, fue quién llamó desde Linares. Pidiéndole que sin demora se hiciera presente en la tierra de los aceituneros altivos, para ayudar a salvar a Manolete. Mi progenitor emprendió el viaje, y a toda la velocidad que permitían aquellas carreteras en patético estado de conservación, llegó a Linares cuando el adusto matador ya estaba virtualmente muerto. Acababan de suministrarle el plasma sanguíneo que, según se rumoreó después - de mi padre, Don Manuel nunca oí ningún comentario - fue causa del definitivo golpe letal, que tal vez Islero nunca quiso asestarle al enjuto cordobés de la triste figura, que desde esa tarde empezó a pasar a la inmortalidad de los dioses rotos por el aciago destino. Hace cincuenta y tres años de aquello.
J.M. Cubero
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