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Curro Romero, un recuerdo imborrable |
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D. Francisco Romero López, Curro Romero. Matador de toros, nacido en Camas ( Sevilla) el día 1 de diciembre de 1935. Con tan solo 15 años actúa en un tentadero. El día 22 de agosto de 1954 viste por primera vez de luces en la placita sevillana de " La Pañoleta"... A partir de aquí, hasta 46 años de grandes triunfos, bastantes "petardos" y alguna que otra "espantá"...
En las plazas más emblemáticas del orbe taurino ha sido capaz de: en Sevilla, ser la base de la feria durante más de cuarenta años y salir por la puerta del Príncipe cinco veces y hasta siete veces, ha salido por la puerta grande de la calle de Alcalá, en Madrid.
Se despide el maestro; el caballero; el sensible, humano y educado hombre de bien; amigo de sus amigos; respetuoso con todos; respetado y admirado por toda la afición a la fiesta de toros. Incluso en sus días oscuros donde no hubo toreo grande, "ni una gota"( reconoce el maestro que es torero de un tipo de toro: el que vale para el lucimiento. Admira a los toreros que tienen la paciencia suficiente para sacarle faena a un toro que no se le veía...) la afición le ha respetado y él admira a estos aficionados por su " santa paciencia".
Es el último grandioso maestro que estaba en activo. Entre él y el siguiente hay un abismo tan grande que se explica por sí sola la decadencia del toreo de sentimiento y la llegada de toda una generación de "pega pases". Puede haber toreo de quietud, encimista, pero es otro tipo de toreo muy distinto. Otro muy estético, casi de salón, ideado desde la habitación del hotel, pero son todo ventajas, no se remata y al toro sólo se le desplaza.
Curro es otra historia. Es el único torero, en la actualidad, que permite a su banderillero que reciba el toro, para que el matador pueda observar como se comporta por cada uno de los pitones, como siempre, como se ha hecho toda la vida en el toreo puro. El banderillero está, entre otras cosas, para bregar y el maestro para lucirse, cargar la suerte, dominar con arte.
Curro da lances de recibo con ese capotillo de unas dimensiones más reducidas que las de cualquier otro torero, lo coge de esa forma única, especial, con las manos muy próximas a la esclavina, carga la suerte de una forma que solo él sabe hacerla, adelanta los vuelos de la capa como si fuera a darle de comer al toro y remata con las manos muy pegadas a la cintura, siempre ganando terreno hacia los medios. Es el dominio puro del toro con arte.
Y la muleta, también de reducidas dimensiones, montado el estoque de una forma especial. Único andando y enseñando frente al toro la mitad de la muleta, la punta, como un péndulo, siendo su portador el "reloj" que marca el momento justo de la culminación del arte en el encuentro toro y torero. Dando el medio pecho al astado como nadie.
Todo esto se lleva dentro, se nace con ello, hay que ser sevillano, hay que vivir para esto y por el toro, querer la fiesta y amar al toro. No le agrada el momento de la muerte, la suerte suprema, lo hace sólo porque está en el "guión", porque así es la fiesta, su grandeza, y la grandeza de Curro ( sus contradicciones).
Las orejas y el rabo: " son despojos...", dice D. Francisco Romero. Los recoge con auténtica reverencia, agradeciendo al Presidente y saludando al público, con los trofeos en la mano y los entrega, inmediatamente, a su banderillero. Las vueltas al ruedo son auténticas ceremonias, agradeciendo (dando gracias que salen de sus labios, los ojos brillantes de amabilidad, bajando la cabeza,...). Dando gracias por todo.
Quien escribe estas líneas retiene, aparte de muchas faenas de muchos toreros unas con más pulcritud que otras, dos momentos del mundo del toreo que me han marcado: la muerte de Yiyo en Colmenar Viejo, a quien "tuve" a dos metros de la puerta de la enfermería con la certeza de que iba muerto y las palabras de Curro Romero el domingo pasado, 22 de octubre, en Radio Nacional de España al comentarista taurino Fernando Fernández Román, con gran emoción, con silencios que se hacían interminables, con la voz entrecortada por la emoción y sinceridad del personaje, silencios de los que se intuyen las lagrimas en los ojos, sin querer molestar, casi pidiendo perdón por retirarse. Impresionante para el aficionado. Se nos va. Pero, ¡ Ay, cuando se vista de corto ( si sus facultades se lo permiten y por una causa benéfica) ! ¡ Que sea en una plaza grande, porque todos los aficionados irán como a recibir aroma de bendición, una lección del fundamento del toreo ! Porque esto se ha acabado, después del arte de Curro no queda nadie.
¿ Y de los rollos de papel higiénico? También iban espectadores por el morbo. Y Curro Romero asentía con amabilidad para todos ( partidarios y detractores): " no es posible agradar a todos. El público tiene la razón". Ni un mal gesto hacia quienes protestan, ni a los autores de las crónicas destructivas. Nadie pudo con Curro.
Torero, torero, torero en la plaza y en la calle, de luces y de calle.
Va por Usted Maestro.
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